Teníamos una duda algorítmica
que la terminamos resolviendo con un beso.
Nada de preguntas ni silencios incómodos.
Sólo bastaron unas gotas de vino casero,
una luna llena detrás de unos edificios
y una mirada que lo traía todo.
Empezamos a conocernos
en la terraza de un hostel perdido
en el mejor país del mundo.
Nos descubrimos
desnudos en su habitación principal.
Polizones de una noche
que se transformó en anécdota.
Nos fuimos paseando de cuarto en cuarto,
buscando la mejor versión de cada uno,
hasta que al final el amor nos atrapó.
Intercambiamos caricias
por debajo de la mesa,
roces, secretos que no pudimos resistir.
Hablábamos dos idiomas distintos.
Yo entendía un poquito el tuyo
y vos comprendías casi nada el mío.
Pero no nos importó.
Ninguna barrera cultural ni lingüística
pudo detenernos.
La distancia no hizo más que unirnos.
Hermosa contradicción.
Es que el fuego ya estaba encendido.
La primavera se mostraba
en su máxima expresión.
Derribamos montañas Hispanas
para volver a encontrarnos
y, una vez juntos,
detuvimos el tiempo para siempre.
Porque una historia como la nuestra
sólo se puede vivir en el presente.
En el Ahora.
Este poema pertenece al libro Ciclotimia, publicado en el año 2019.