Hace un año
que el viajero que fui
desembarcó en su viejo muelle
y de allí no se movió.
Hace un año
que pienso todos los días en partir
y me creo extranjero
en mi propia tierra,
en mi propio cuerpo.
Hace un año
que finjo felicidad
y me rompo con cada pregunta del tipo:
¿estás acá?
¿cuándo te vas de viaje otra vez?
Hace un año
que dejé mis últimas lágrimas en Madrid
y mi alma en Barcelona.
Si. Hace un año que vivo sin alma.
¿Es recomendable?
Mierda, que no.
Hace un año
que duermo todos los días
en la misma cama,
que me lavo los dientes
frente al mismo espejo
y cierro con llave
la misma puerta.
Hace un año
que deseo ser otro
y soy todos los días el mismo.
Hace un año
que volví a mi país
y una parte importante de mí
se murió para siempre.
Aquella que sabía sentir,
reír, disfrutar, soñar.
Amar.
Hace un año
que paso cada día de mi vida
sin saber qué rumbo tomar.
Hace un año que me encuentro perdido
Hace un año
que no leo por placer
ni escribo con sentimiento.
Hace un año
que sufro con cada respiración
y me despierto agitado en las noches.
Hace un año que tengo pesadillas.
Hace un año
que no contemplo un amanecer
ni me emociona un atardecer.
Hace un año que paso frío.
Hace un año
que no me compro ropa,
ni siquiera un par de medias.
Mañana voy por zapatillas nuevas.
Este poema pertenece al libro Ciclotimia, publicado en el año 2019.